El Origen del Hombre

El Origen del Hombre a la luz de la Antropología Psicoanalítica

El Origen del Hombre a la luz de la Antropología Psicoanalítica 850 480 V.M. Samael Aun Weor

1.-  D. Maestro, ¿cómo podríamos definir la antropología gnóstica? 

M. Bueno, es una antropología, por oposición, diferente a la materialista. Sabemos nosotros que «anthropos» es ‘hombre’, ¿no? Anthropos‘hombre’ y «antropología», pues el ‘origen o historia del hombre’, ¿sí? Pero «gnóstico» quiere decir ‘gnosis’, ‘conocimiento’. Es un conocimiento antropológico más profundo, que va a su raíz gnóstica, a su raíz sapiente. Va a buscar al homo sapiente a través de otro sistema de estudio diferente, que es el gnóstico, precisamente. 

Es un sistema diferente, y llegamos al homo sapiente por un camino muy distinto. Llegamos al homo sapiente a través de nuestra propia investigación. No andamos buscando afuera, buscamos dentro de nosotros mismos, y dentro de nosotros mismos encontramos al origen verdadero del hombre. ¡No fuera, sino dentro! A ver… 

2.- Desde las épocas aquellas de Mr. Darwin hasta Haeckel y, posteriormente, desde Haeckel hasta nuestros días, han surgido innumerables hipótesis y teorías sobre el origen del hombre. Empero hemos de aclarar en forma enfática que ninguna de tales suposiciones puede ser ciertamente demostrada. El mismo Haeckel asegura con gran énfasis que ni la geología ni tampoco esa otra ciencia llamada filogenia tendrán jamás exactitud dentro del terreno de la mismísima ciencia oficial. 

Si aseveración de esta clase hace un Haeckel, ¿qué podríamos nosotros añadir a esta cuestión? En realidad, esto del origen de la vida y del origen del hombre no podría ser, ciertamente, conocido en tanto la humanidad no haya estudiado a fondo la antropología gnóstica. 

¿Qué nos dicen los protistas materialistas? ¿Qué afirman ellos con tanta arrogancia? ¿Qué es lo que suponen sobre el origen de la vida y de la psiquis humana? 

Recordemos con entera claridad meridiana el famoso «monerón atómico» de Haeckel entre el abismo acuoso: complejo átomo que no podría en modo alguno surgir de un azar como lo supone ese buen señor, ignorante en el fondo, aunque alabado por muchísimos ingleses. Hizo gran daño a la humanidad con sus famosas teorías.  

¿Creen ustedes acaso que el átomo del abismo acuoso, el monerón atómico, podría surgir del azar? Si para construir una bomba atómica se necesita de la inteligencia de los científicos, ¿cuánto mayor talento se requeriría para la elaboración de un átomo? 

Si negáramos los principios inteligentes a la naturaleza, la mecánica dejaría de existir, porque no es posible la existencia de la mecánica sin mecánicos. Si alguien considerase posible la existencia de cualquier máquina sin autor, me gustaría que lo demostrara y que pusiese los elementos químicos sobre el tapete del laboratorio para que surgiera una radio, un automóvil o simplemente una célula orgánica. 

Creo que ya don Alfonso Herrera, el autor de la plasmogenia, logró fabricar la célula artificial, mas esta siempre fue una célula muerta que jamás tuvo vida. 

¿Qué dicen los protistas? Que la Conciencia, el Ser, Alma o Espíritu, o simplemente los principios psíquicos, no son más que evoluciones moleculares del protoplasma a través de los siglos. 

Obviamente, las «almas moleculares» de los fanáticos protistas no resistirían jamás un análisis de fondo. La célula-alma, el «bathybius» gelatinoso del famoso Haeckel –del cual surgiera toda especie orgánica– está bueno como para un Molière y sus caricaturas. 

En el fondo de toda esta cuestión y tras tanta teoría mecanicista, evolutista, lo que se tiene es el afán de combatir el clero. Se busca siempre algún sistema, alguna teoría que satisfaga a la mente y al corazón para demoler el Génesis hebraico. Es, precisamente, una reacción contra el bíblico Adán y su famosa Eva, sacada de una costilla, el origen viviente de los Darwin, de los Haeckel y demás secuaces. Pero deberían ser sinceros y manifestar su insatisfacción contra todo concepto clerical. No está bien que, por simple reacción, se dé origen a tantas hipótesis desprovistas de cualquier basamento serio. 

¿Qué nos dice Mr. Darwin sobre la cuestión esa del mono catirrino? Que, posiblemente, el hombre devino de allí. Sin embargo, no lo asienta en forma tan enfática como lo suponen los materialistas alemanes e ingleses. Mr. Darwin, en realidad de verdad, dentro de su sistema, puso ciertos fundamentos que vienen a desvirtuar y hasta aniquilar absolutamente la supuesta procedencia humana del mono, aunque este sea el catirrino. 

En primer lugar, como ya lo demostrara Huxley, el esqueleto del hombre es completamente distinto en su construcción al esqueleto del mono. No dudo que haya ciertas semejanzas entre el antropoide y el pobre animal intelectual, equivocadamente llamado hombre, mas no exactitud definitiva en esta cuestión. 

El esqueleto del antropoide es trepador, está hecho para trepar; así lo indica la elasticidad y construcción de su sistema óseo. En cambio, el esqueleto humano está hecho para caminar. Son dos construcciones óseas diferentes. Por otra parte, la elasticidad y también el eje craneal del antropoide y del ser humano son completamente diferentes. Y esto nos deja pensando muy seriamente. 

Por otra parte, mis estimables hermanos, bien se ha dicho con entera claridad meridiana por los mismísimos antropólogos materialistas que un ser organizado, en modo alguno, podría venir de otro que marchase a la inversa, ordenado antitéticamente. 

En esto habría de poner cierto ejemplo. Veamos el hombre y el antropoide. El hombre, aunque en estos tiempos esté degenerado, es un ser organizado. Estudiemos la vida y costumbres del antropoide y veremos que está ordenado en una forma diferente, contraria, antitética. No podría un ser organizado, pues, devenir de otro ordenado en forma opuesta, y esto lo afirman siempre, muy severamente, las mismísimas escuelas materialistas. 

¿Cuál sería la edad del antropoide? ¿En qué época aparecerían sobre la faz de la Tierra los primeros simios? Incuestionablemente, en el Mioceno [superior]. ¿Quién podría negarlo? Tuvo que haber aparecido, obviamente, en la tercera parte del Mioceno, hace de cinco a doce millones de años. 

¿Por qué hubieron de aparecer sobre la faz de la Tierra los antropoides? ¿Podrían dar acaso alguna respuesta exacta los señores de la antropología materialista, los brillantes científicos modernos, esos que tanto presumen de sabios? Es obvio que no. 

Además, el Mioceno en modo alguno estuvo ubicado dentro de la famosa «Pangea», tan sonada por la geología de tipo materialista. Resulta ostensible que el Mioceno tuvo su propio escenario en la antigua tierra lemúrica, continente ubicado antes en el océano Pacífico. Como restos de la Lemuria tenemos todavía Oceanía con la gran Australia, la isla de Pascua –donde están tallados ciertos monolitos–, etc. Que no lo acepte la antropología materialista por estar embotellada completamente en su Pangea, ¿qué importa a la ciencia y qué a nosotros? En realidad que no van a descubrir la Lemuria con las pruebas del carbono-14, o del potasio-argón o del polen. Todos esos sistemas de pruebas de tipo materialista están buenos como para un Molière y sus caricaturas. 

Por estos tiempos, después de las infinitas hipótesis de los Haeckel y de los Darwin, y de los Huxley y todos sus secuaces, se sigue todavía entronizando la teoría de la selección natural de las especies, otorgándosele nada menos que el poder de crear nuevas especies. En nombre de la verdad, hemos de decir que la selección natural, como poder creador, es sencillamente un juego de retórica para los ignorantes, algo que no tiene basamentos. Eso de que mediante la selección se logre crear nuevas especies, eso de que mediante la selección selectiva haya surgido el hombre, resulta en el fondo espantosamente ridículo y acusa ignorancia llevada al extremo. 

No niego la selección natural, es obvio que esta existe, mas no tiene el poder de crear nuevas especies. En realidad de verdad que lo que existe es la selección fisiológica, la selección de estructuras y la segregación de los más aptos, eso es todo. Mas llevar la selección natural hasta el grado de convertirla en un poder creador universal, ese es el colmo de los colmos. 

A ningún sabio verdadero se le ocurriría semejante tontería. Nunca se ha visto que, mediante la selección natural, surja alguna especie nueva. ¿Cuándo? ¿En qué época? Se seleccionan estructuras, sí, no lo negamos. Los más fuertes triunfan en eso de la lucha por el pan de cada día, en la batalla incesante de cada instante en que se brega por comer y no ser comido. Obviamente, triunfa el más fuerte, que transmite sus características a sus descendientes: características fisiológicas, características de estructuras. Entonces, los selectos, los más aptos se segregan y transmiten ellos a sus descendientes tales aptitudes. Así es como se debe entender la ley de la selección natural, así es como se debe comprender. 

Una especie cualquiera, entre las selvas profundas de la naturaleza, tiene que luchar por tragar y no ser tragada. Obviamente, resulta espantosa tal brega. Como resultado triunfan, como es natural, los más fuertes. En el más fuerte hay estructuras maravillosas, características importantes que son transmitidas a su descendencia. Mas eso no implica cambio de figura, eso no significa nacimiento de nuevas especies. Jamás ningún científico materialista ha visto que de una especie surja otra por ley de selección natural; no les consta, no lo han palpado nunca. ¿En qué se basan? Es fácil lanzar una hipótesis y luego aseverar en forma dogmática que es la verdad y nada más que la verdad. 

Sin embargo, ¿no son ellos acaso –los señores de la antropología materialista– los que dicen que no creen sino en lo que ven, que no aceptan nada que no hayan visto? ¡Qué contradicción tan terrible: creen en sus hipótesis y nunca las han visto! 

3.- Son innumerables las teorías de estos tontos científicos, absurdas afirmaciones de hechos que ellos jamás han visto. 

Nosotros, los gnósticos, no aceptamos supersticiones, y esas son supersticiones absurdas. Nosotros somos matemáticos en la investigación y exigentes en la expresión. No nos gustan tales fantasías; queremos actos, hechos concretos y definitivos. 

4.- Dice Mr. Darwin que una especie que evoluciona positivamente en modo alguno podría descender de otra que evoluciona negativamente. También afirma Mr. Darwin que dos especies similares, pero diferentes, pueden referirse a un antecesor común, pero nunca la una vendría de la otra. 

Así que conforme nosotros vamos avanzando en estas disquisiciones de la antropología científica, obviamente, encontramos ciertas contradicciones en el materialismo. ¿Cómo es posible que se ignoren los principios darwinistas? ¿Cómo es posible que, aún hoy en día, haya quienes piensen que el hombre viene del mono? 

Incuestionablemente, los hechos están hablando por sí solos. Hasta ahora no se ha encontrado jamás el famoso eslabón perdido. ¿Dónde está? 

Mucho se ha hablado contra la existencia del padre de Manu, el Dhyan-Chohan, pero son en realidad millones las personas en el mundo oriental y hasta en el occidental que aceptan al Dhyan-Chohan. 

Además, es más lógica tal creencia que aquel hombre mono que Haeckel quisiera que existiese, pero que, en realidad de verdad, no pasó de ser más que una simple fantasía de su autor. 

Los tiempos van pasando y no se ha descubierto en ningún lugar de la Tierra al famoso hombre-mono. ¿Dónde estará un mono que razone, que piense, que tenga un lenguaje asequible a todo el mundo? ¿Cuál es? 

Incuestionablemente, esta clase de fantasías literarias no sirven, en el fondo, absolutamente para nada. Obsérvese, por ejemplo, el tamaño de los cerebros. El cerebro de un gorila, en volumen, no alcanza a ser ni siquiera la tercera parte del cerebro de cualquier salvaje de Australia –que bien sabemos que son las criaturas más primitivas de nuestro globo terráqueo–. 

Faltaría un eslabón que conectara al gorila más adelantado con el salvaje más atrasado de Australia. ¿Dónde está ese eslabón? ¿Qué se hizo? ¿Existe acaso? 

5.- Existe una gran diferencia entre la antropología meramente profana y la antropología gnóstica. La antropología meramente profana, mediante las asociaciones de tipo intelectivo, saca deducciones lógicas que pueden no estar de acuerdo, en realidad de verdad, con los principios esoteristas de Anáhuac, o de los toltecas, o de Egipto, etc. Empero la sabiduría gnóstica, la antropología gnóstica, basada en reglas precisas y en principios tradicionales eternos, sabe extraer de las piedras arcaicas toda la sapiencia esotérica. Así pues, debemos diferenciar entre la antropología gnóstica y la antropología meramente intelectiva. 

6.- ¿En qué se basa la antropología gnóstica para afirmar esto? ¿Por qué lo dice? Se basa no solamente en todas las tradiciones que vienen en los libros sagrados de Egipto, del antiguo México, de los pueblos incaicos, de la tierra de los mayas, de Grecia, de India, de Persia, del Tíbet, etc., sino también en las investigaciones directas de aquellos que han logrado despertar Conciencia. 

Aquí, en esta Institución, nosotros les vamos a entregar a ustedes todos los sistemas que se necesitan para despertar Conciencia. Y cuando ustedes despierten, investiguen y comprobarán lo que les estoy diciendo por sí mismos, no porque yo se lo venga a decir; lo comprobarán directamente. Pero despierten, porque así como están, dormidos, podrían también ser víctimas de las teorías aquellas de Haeckel y sus secuaces.