Claves magistrales de la Psicología Revolucionaria

Claves magistrales de la Psicología Revolucionaria 850 480 V.M. Samael Aun Weor

1.- Ante todo, debemos saber quiénes somos, de dónde venimos, para dónde vamos, cuál es el objeto de nuestra existencia, por qué existimos, para qué existimos. 

Trabajar para comer, indudablemente, es necesario, mas eso no es todo. ¿Con qué objeto habríamos de comer? Necesitamos comer para vivir, mas ¿por qué habríamos de vivir? ¿Cuál es el objetivo? 

Vivir por vivir, sin saber por qué debemos vivir resulta bastante absurdo. Necesitamos saber el motivo de nuestra existencia, por qué estamos en este mundo, para qué estamos en este mundo. 

Si nosotros observamos a una persona, no quiere decir que la conozcamos. Necesitamos conocerla. 

El cuerpo físico está compuesto por órganos, los órganos por células, las células por moléculas, las moléculas por átomos. Si nosotros descomponemos un átomo, liberamos energía; eso es obvio. De manera que, en última síntesis, el cuerpo físico se resume en distintos tipos y subtipos de energía. 

¿Qué hay más allá del cuerpo físico?, ¿existirá algo?, ¿o seremos tan solo un montón de carne, sangre y huesos? ¡Imposible! Somos algo diferente o tenemos algo distinto, pero ¿qué será? 

2.- Se han escrito muchos libros de psicología sobre el poder de la voluntad, pero ¿a qué voluntad querrán referirse? No debemos olvidar nosotros que dentro de nosotros mismos hay miles de voluntades, que cada uno de los Demonios Rojos de Seth tiene su propia voluntad, entonces ¿qué? 

Las voluntades chocan contra las voluntades dentro de nosotros mismos, y las muchas mentes contra las mentes. Vivimos dentro de nosotros mismos en eterno conflicto, estamos llenos de terribles contradicciones. Si pudiéramos vernos ante un espejo de cuerpo entero, tal y como somos, huiríamos despavoridos. 

Estamos llenos de espantosas contradicciones. El Yo, por ejemplo, del centro intelectual dice en un momento dado: «Voy a estudiar un libro». De pronto, interviene el Yo del centro del movimiento y exclama: «¡No! ¿Abrir libros a estas horas? No, mejor me voy a hacer un paseo por ahí, en bicicleta». Mas de pronto, cuando el sujeto ya se prepara para tomar su bicicleta, surge otro Yo, el del estómago, y dice: «No, no, no, me voy a comer; primero comer, después vendrá todo lo demás». 

Es decir, estamos llenos de terribles contradicciones. De pronto, le decimos a la mujer amada: «Te adoro, mi vida, daría la vida por ti, mi encanto…». Luego, más tarde, le estamos diciendo lo mismo a otra dama. Entonces, ¿en qué quedamos? La dama tiene un gran porte y confunde a un adorador; horas más tarde, puede que le esté sonriendo también a otro pretendiente, entonces ¿qué? ¡Qué contradicciones tan terribles! A veces damos la palabra en un negocio y, de pronto, nos echamos atrás: «no, que dijo mi mamá que definitivamente no». 

No tenemos continuidad de propósitos, mis estimables amigos. Un rato estamos pensando una cosa y otra, y al otro rato, otra. Miramos el periódico para saber qué película van a dar, y hasta nos alistamos para ir a la película y al teatro, pero sucede que alguien nos dijo que en otro cine la cosa está mejor, y ya no vamos a dónde íbamos a ir, sino que tomamos el carrito y nos vamos para otra parte. Un enfermo llega adonde un médico: «Doctor, tengo un fuerte dolor aquí, del lado del corazón y como que no me duele…, me duele el hígado y como que no me duele…, siento un dolor por aquí, pero como que a veces lo siento por allí…». Entonces el doctor le responde: «Tómese este remedio y como que no se lo tome…». 

Así estamos todos, mis queridos amigos, llenos de espantosas contradicciones, no tenemos continuidad de propósitos. Empezamos a estudiar en la universidad para ingeniero. ¡Qué dichosos vamos a las primeras clases con el librito debajo del brazo! «Somos estudiantes de Ingeniería» –decimos–, y al rato, entonces, «como que no, mejor me voy a hacer doctor»; y nos afiliamos entonces a la Facultad de Medicina y comenzamos, muy juiciosos, a estudiar Medicina. Un día de esos tantos venimos a casa y le decimos a papá y a mamá: «No, yo no sirvo para médico, eso de estar uno haciéndole la autopsia a los cadáveres no es nada agradable, y lo peor es que he tenido que comer sobre la panza de un muerto». 

Conclusión, mis queridos amigos: que médico tampoco; y así, venimos a terminar, por ahí, de empleados de alguna oficinita si es que tenemos suerte, o tras del mostrador de una humilde tienda. 

¡Qué contradicciones tan terribles las que tenemos!, mis queridos amigos, todo por falta de continuidad de propósitos. Pero ¿a qué se deben las terribles contradicciones? Sencillamente, a la multiplicidad de Yoes que tenemos dentro. Dentro de nosotros hay Yoes médicos, Yoes ingenieros, Yoes licenciados, Yoes mercaderes y hasta aprendices de brujo. ¿Qué clases de Yoes morarán en nosotros? Tenemos una especie de jardín zoológico ambulante. No es nada agradable lo que estoy diciéndoles, ¿verdad? ¡Pero así es! 

3.- Desafortunadamente, las gentes admiten fácilmente que tienen un cuerpo físico, mas cuesta trabajo que comprendan su propia psicología, que la acepten en forma cruda, real. El cuerpo físico aceptan que lo tienen porque pueden verlo, tocarlo, palparlo. Mas la psicología es un poco distinta, un poco diferente. Ciertamente que como no pueden ver su propia psiquis, no pueden tocarla, palparla, para ellos es algo vago que no entienden. 

Cuando alguna persona comienza a observarse a sí misma, es señal inequívoca de que tiene intenciones de cambiar. Cuando alguien se observa a sí mismo, se mira a sí mismo, nos está indicando que se está volviendo diferente a los demás. 

En las diversas circunstancias de la vida, podemos nosotros autodescubrirnos. Es de los distintos eventos de la existencia de los que nosotros podemos sacar el material psíquico necesario para el despertar de la Conciencia. En relación con las personas, ya sea en la casa, ya sea en la calle, en el campo, en la escuela, en la fábrica, etc., los defectos que llevamos escondidos afloran espontáneamente, y si estamos alertas y vigilantes como el vigía en época de guerra, entonces los vemos. Defecto descubierto, debe ser comprendido íntegramente en todos los niveles de la mente. 

4.- En psicología revolucionaria, se nos hace evidente la necesidad de una transformación radical, y esta solo es posible declarándonos a nosotros mismos una guerra a muerte, despiadada y cruel. No existiendo una verdadera individualidad en nosotros, resulta imposible que haya continuidad de propósitos. Lo que un Yo determinado afirma en un instante no puede revestir ninguna seriedad, debido al hecho concreto de que cualquier Yo puede afirmar exactamente lo contrario en cualquier momento. Lo más grave es que hay personas que afirman enfáticamente ser siempre las mismas. El sujeto en sí no es más que una máquina que tan pronto sirve de vehículo a un Yo como a otro. 

5.- Hay gente que es cortés con los otros, son decentes. Hay gente que le brinda amistad a la otra gente. Ese es el aspecto público o exotérico –dijéramos–, pero eso no es todo. Sabiendo que tenemos una psicología interior, no basta solamente sabernos portar decentemente con otras gentes, no basta solamente la fragancia de la amistad desde el punto de vista externo. 

¿Cuál es el comportamiento que nosotros tenemos internamente para con la otra gente? Normalmente, quienes brindan amistad a otra persona tienen dos facetas: la de fuera y la de adentro. La de fuera aparentemente es magnífica, pero la de adentro ¿quién sabe? 

¿Estamos seguros de que no criticamos al amigo a quien le hemos brindado tanta estimación? ¿Estamos seguros de que no sentimos alguna antipatía por algunas de sus facetas? ¿Estamos seguros de que no lo estamos atrayendo a la cueva esa que tenemos de la mente para torturarlo, para hacer escarnio de él mientras le estamos sonriendo dulcemente? 

Cuántas gentes que estiman a alguien, en su interior no dejan de criticar a aquel alguien a quien estiman, aunque no exterioricen sus críticas, y hacen escarnio de sus mejores amigos, aunque sonrían dulcemente en presencia de ellos. 

Realmente, debemos ser más completos, más íntegros. Tratemos por un momento de poner en igualdad de marcha a dos relojes: el de fuera y el de dentro, el exterior y el psicológico; que marchen en perfecta armonía el uno y el otro. Porque de nada sirve que nosotros estemos portándonos bien con nuestras amistades, que estemos brindándoles nuestro cariño si por dentro estamos haciendo escarnio de ellos, si por dentro los estamos criticando, si por dentro les estamos torturando. Es mejor que los dos relojes –el exterior y el interior– marchen al unísono segundo a segundo, de instante en instante. 

Debemos ser más completos, más íntegros; dejar la crítica psicológica mordaz, interior, a gentes que estimamos. ¿Cómo es posible esa contradicción, que estimemos a una persona y por dentro la estemos criticando, que estemos hablando bien de esa persona a quien estimamos, pero por dentro nos la estemos tragando viva? 

Ahora, ustedes deben saber muy bien que dentro de cada uno de nosotros vive mucha gente, todos los Yoes. Cuando uno agarra un Yo de esos y lo estudia con el sentido de la autobservación psicológica, puede evidenciar que tiene el centro intelectual, el centro emocional y el centro motor-instintivo-sexual, es decir, que posee los tres cerebros. Cualquier Yo tiene mente embotellada, tiene voluntad embotellada, es una persona completa. Así, dentro de nosotros existen muchas personas, dentro de cada persona viven muchas personas: los agregados psíquicos. 

Así, cualquier amistad que tengamos nosotros merece que sea debidamente tratada. Tienen ustedes un amigo: hay cosas del amigo que les gustan a ustedes y hay cosas que les disgustan a ustedes. Ustedes son amigos de algún Yo de su amigo, o de unos cuantos Yoes de su amigo. Pero hay otros Yoes de su amigo que les molestan a ustedes, que les causan antipatía, porque tenemos que tener en cuenta que dentro de cada persona se manifiestan muchas personas. Ustedes suelen ser amigos de determinados agregados de tal o cual amigo, de tal o cual persona, pero no son amigos de todos los agregados del amigo ese en cuestión. 

Por eso dicen: «Hay cosas de este amigo que me gustan, hay cosas que me disgustan; tiene cosas buenas, tiene cosas malas». Esa es la forma que nosotros tenemos de hablar; sí, depende del tipo de agregado que esté en un momento dado hablando. 

Entonces, la amistad que sentimos por otros no es completa. Solo sentimos amistad por unos cuantos agregados de esa persona, pero no sentimos cariño por los otros agregados de esa persona. 

Puede que esa persona físico-psicológica a la cual estimamos tenga agregados psicológicos que no estimamos, y en determinadas horas, dicha persona nos cae pesada, precisamente, porque se están expresando otros agregados con los cuales no tenemos amistad. ¡Esa es la cruda realidad de los hechos! 

Si tuviéramos un Yo permanente, diríamos: «Soy amigo de fulano de tal en forma total, completa». No le encontraríamos «peros» ni tachas de ninguna especie. Pero resulta que no hay un Yo permanente, sino muchos. Entonces, ¿a cuál de esos agregados o a cuál de esos Yoes del sujeto XX es que nosotros estimamos? ¡No será a todos! Por eso necesitamos ser comprensivos en esto de la interrelación. 

6.- Cuando una pareja se casa, debería entender mejor la psicología. Por lo común, uno de la pareja comienza por herir al otro; el otro reacciona y hiere también, se forma un conflicto. Al fin, el conflicto pasa, los dos se reconcilian y todo continúa aparentemente en paz; mas no hay tal, el resentimiento queda. 

Otro día hay otro conflicto, se disputan marido y mujer por cualquier tontería –tal vez unos celos; en fin, cualquier cosa–. Resultado: pasa el conflicto y queda otro resentimiento y, así, de conflicto en conflicto, los resentimientos van aumentando y la luna de miel se va acabando. Por último, ya no hay tal luna de miel, se acabó; lo que hay son resentimientos de lado y lado y si no se divorcian, si continúan unidos, ya lo hacen por un deber o simplemente por pasión animal, y eso es todo. Muchos matrimonios ya no tienen nada que ver con el amor. El amor de hoy en día huele a gasolina, a celuloide, a cuentas de banco y a resentimientos. 

El error más grave que pueden cometer un hombre y una mujer es acabar con la luna de miel. Podría conservarse a condición de saberla conservar…  

7.- Los psicólogos nos hablan del Yo psicológico, del Yo de la psicología, de la psicología experimental, etc., pero nosotros vamos adelante con una psicología más profunda, con una psicología revolucionaria, rebelde. Sabemos en verdad que dentro de nosotros hay ingentes poderes, pero necesitamos que estos poderes se expresen a través de nosotros, y no se logra. ¿Qué sucede? Es indispensable, la hora ha llegado en que descubramos la causa de nuestro dolor… 

8.- El dolor es el resultado de nuestros propios errores. Cuando uno comete un error, el fruto es el dolor. Cometemos errores porque somos imperfectos; somos imperfectos porque tenemos el Yo dentro. Cuando el Yo desaparece, adviene a nosotros la auténtica y verdadera felicidad. 

Samael Aun Weor