Fue una de las obras más piadosas que se conocieron en la Europa del siglo XVII. El tema central de estas obras fue siempre el amor divino y el alma humana, y muchos autores afirman que siempre gustó el artista de representar estas virtudes bajo formas infantiles, ya fuese asociando sus grabados con Eros Cupido o con el niño Jesús.
Uno de esos hombres que la historia llama ahora Apóstoles fue, justamente, un discípulo del Gran Kabir de Galilea a quien se recuerda como San Bartolomé Apóstol…
Antes de nada permitidme haceros una breve reseña del autor de este magnífico grabado, y el cual no ha sido otro que Albrecht Durero.
El presente trabajo artístico está en relación directa con uno de los cinco sentidos de nuestra máquina orgánica. Primeramente vemos en el mismo una hermosa dama que lleva en su mano derecha el cuerno de la diosa Amaltea,el cual significa la abundancia material o espiritual.
Con inmenso placer os hago llegar uno de los cinco grabados que os estoy enviando paulatinamente y que tienen relación con los cinco sentidos que posee nuestra máquina orgánica: el sentido de la vista.
Para nosotros los gnósticos este grabado posee una importancia trascendental, pues nos permite concebir aquello que para las iglesias católica y ortodoxa fue calificado como dogma de fe.
Para entrar en materia, he de deciros que en esta oportunidad el autor se ha querido referir a la facultad auditiva, nuevamente señalada como una cualidad humana y por ello representada bajo la forma de una hermosa fémina.
Para estudiar este magnífico grabado, antes que nada hemos de decir que fue creado entre los años 1575-1618 y se halla en el Rijksmuseum, ubicado en la ciudad de Amsterdam ─Holanda─.
Estimados lectores, os muestro aquí dos imágenes: un dibujo del siglo XVI realizado por Francesco de Rossi en el cual aparece Fanes como deidad hermafrodita,tal como lo describen antiguos textos romanos, y un altorrelieve romano.
Ciertamente, compañeros/as, nuestra vida es comparable a las horas del día: cuando amanece podríamos decir que estamos en nuestra infancia, cuando estamos en el mediodía ─cenit─ podríamos afirmar que hemos llegado a la juventud, cuando comienza la tarde podemos comparar ese fenómeno con la edad adulta, nuestra madurez, y al llegar la noche pues entramos en nuestra vejez.