La técnica de la meditación- Samael Aun Weor

La vida práctica, clave para la verdadera Meditación

La vida práctica, clave para la verdadera Meditación 850 480 V.M. Samael Aun Weor

ENSEÑANZAS FUNDAMENTALES SOBRE LA MEDITACIÓN

Con la técnica de la meditación, lo que buscamos es información. Un microscopio nos puede informar sobre la vida de los microbios, bacterias, células, microorganismos, etc. Cualquier telescopio puede darnos alguna ligera información sobre los cuerpos celestes, planetas, aerolitos, estrellas, etc. Pero la meditación va mucho más allá porque nos permite conocer la verdad, desde una hormiga hasta un sol, la verdad de un átomo o de una constelación.

Lo más importante es aprender a saber en qué forma debemos nosotros sacar la Conciencia de entre la mente y el Ego, cómo vamos a extraer la Conciencia de entre el sentimiento. Cuando sometemos la mente y el sentimiento, obviamente, estamos rompiendo cadenas, estamos saliéndonos de entre ese calabozo fatal, de entre esa cárcel. En esas condiciones, nos estaremos preparando para la meditación.

Ante todo, lo más importante es saber meditar. Hay que aprender la técnica correcta. En el mundo oriental se hace mucho énfasis en la posición de «padmasana», con las piernas cruzadas. Pero nosotros no somos orientales y podemos meditar de acuerdo con nuestras costumbres y maneras; además, no todos los orientales meditan con las piernas cruzadas. En todo caso, cada cual debe adoptar la posición que mejor le convenga. El que quiera meditar con las piernas cruzadas, pues que lo haga, no se lo vamos a prohibir, aunque no es la única asana práctica para la meditación.

Para una meditación correcta, podemos también sentarnos en un cómodo sillón con los brazos y las piernas bien relajados, el cuerpo en general bien relajado, que ningún músculo quede en tensión. Habrá también quien quiera tomar la posición flamígera de la estrella de cinco puntas: los dos brazos abiertos hacia los lados y las piernas abiertas también hacia los lados, acostados en decúbito dorsal sobre el suelo o sobre su lecho, con la cabeza hacia el norte. En fin, cada cual puede tomar la figura o la posición que quiera o la que mejor se acomode. Si es que en verdad queremos sacar nuestra Conciencia o Esencia de entre la mente o de entre los sentimientos o de entre el Yo psicológico, pues poco importa la posición que tomemos. Lo único interesante es saber meditar, no importa lo demás.

Cualquiera puede tomar una posición oriental si así lo quiere; otro quiere tomar una posición occidental, pues lo puede hacer; otro quiere tomar cualquier otra posición que mejor le pareció, pues lo puede hacer. Lo importante es que esté cómodo y que pueda hacerse una buena meditación. Cada uno es cada uno, y lo único que tiene que hacer es buscar la posición más cómoda sin ceñirse a ninguna regla o patrón de asana o de sistema. Es muy conveniente, sí, relajar el cuerpo; esto es indispensable en la posición que sea a fin de que el cuerpo esté cómodo, eso es obvio.

Debemos siempre permitirle a la Conciencia que sea ella la que actúe, la que mande, la que trabaje, la que hable, haga y ejecute todas nuestras actividades diarias. Así nos preparamos armoniosamente para la meditación.

Normalmente, la mente vive accionando y reaccionando permanentemente de acuerdo con los impactos del mundo exterior. Comparemos esto con el caso de un lago al cual lanzamos una piedra. Veremos cómo produce muchas ondas que van desde el centro hacia la periferia: es la reacción del agua contra el impacto proveniente del mundo exterior.

Algo análogo sucede con la mente y los sentimientos. Si alguien nos hiere con palabras duras, ese impacto de la palabra dura llega al centro del intelecto o centro pensante y desde allí reaccionamos en forma violenta. Si alguien nos ofende el amor propio, nos sentimos molestos y reaccionamos posiblemente en forma brutal.

En todas las circunstancias de la vida, la mente y el sentimiento toman parte activa y reaccionan incesantemente. Lo interesante sería, mis caros discípulos, no darle oportunidades ni al sentimiento ni a la mente.

Es urgente una mente pasiva.

Cuando el proceso de pensar se ha agotado, adviene lo nuevo; esto hay que saberlo entender. Una mente que no proyecte, una mente pasiva, puesta al servicio del Ser, resulta un instrumento eficiente, porque la mente está hecha para ser receptiva, para servir de instrumento pasivo, mas no de instrumento activo.

La mente, en sí misma, es femenina, y todos los centros deben marchar armoniosamente de acuerdo con la sinfonía universal de la serenidad pasiva. En estas condiciones, no debemos permitir ni a la mente ni a los sentimientos tomar parte en las diversas circunstancias de nuestra existencia.

Hasta hace poco tiempo, yo mismo pensaba que los sentimientos pertenecían al Ser, pero con la investigación y la experiencia, he venido a verificar que pertenecen al Ego y que están íntimamente relacionados con el centro emocional inferior.

La terapia –que necesitamos conocer a fondo para evitar cualquier desequilibrio interior con repercusiones exteriores– es no permitirle a la mente ninguna clase de reacción. Si alguien nos hiere, no permitirle a la mente que reaccione.

Es claro que el estado pasivo de la mente, del sentimiento y de la personalidad exige una tremenda actividad de la Conciencia. Esto nos indica que cuanto más activa permanezca la Conciencia, mucho mejor para lograr el despertar de la misma, porque así la Conciencia tendrá que despertar inevitablemente estando en permanente actividad.

Me viene en estos momentos a la memoria el Buddha Gautama Sakyamuni. En cierta ocasión, estaba el gran Buddha sentado al pie de un árbol en profunda meditación cuando llegó un insultador. Echó contra el Buddha toda su baba difamatoria, procuró herirlo tremendamente con la palabra. El Buddha continuaba meditando, pero el insultador seguía provocando, insultando, hiriendo. Mucho rato después, el Buddha abrió los ojos y preguntó al insultador: «¡Oh, hermano mío!, si a ti te traen un presente y tú no aceptas el presente, ¿de quién queda siendo dicho presente?». El insultador respondió: «¡Pues del que lo trae, claro está!». Entonces le dijo el Buddha: «Hermano mío, llévate tu presente, no puedo aceptarlo». Y siguió meditando.

He ahí qué lección tan sublime y tan hermosa. El Buddha no permitió que su mente ni sus sentimientos reaccionaran, porque el Buddha vivía plenamente despierto, metido dentro de su propia Conciencia, y no daba la menor oportunidad ni a la mente ni a los sentimientos para reaccionar en ningún momento ni bajo ninguna circunstancia. Así es como debemos proceder nosotros, queridos discípulos.

La escuela la tenemos en todas partes; solamente tenemos que saberla aprovechar, saber entrenarnos, dándole mayores y mejores oportunidades a la Conciencia para que trabaje en forma continua, de instante en instante hasta despertar totalmente. La escuela la tenemos en todas partes; solamente tenemos que saberla aprovechar debidamente, sabiamente. La tenemos en nuestra casa, en la oficina, en el taller, en la fábrica, en la empresa, en la calle y en todas partes; hasta en el templo, con los compañeros de estudio, con los hijos, con los padres, con la esposa, sobrinos, nietos, primos, parientes, amigos, etc.

Todo gimnasio psicológico, por duro que sea, por difícil que nos parezca, es indispensable para nosotros. Todo el secreto está en no permitir ni a los sentimientos ni a la mente intervenir en los asuntos prácticos de nuestra vida.

Debemos siempre permitirle a la Conciencia que sea ella la que actúe, la que mande, la que trabaje, la que hable, haga y ejecute todas nuestras actividades diarias. Así nos preparamos armoniosamente para la meditación.

Hablando ya en el terreno práctico de la meditación, tenemos que decir que lo que buscamos es, precisamente, pasar más allá de la mente y de los sentimientos, y esto es posible si en la vida práctica nos hemos entrenado intensivamente y nos hemos preparado a través de la vida diaria para estos fines maravillosos.

Esto de la meditación se hace difícil cuando, en la vida práctica diaria, no hemos pasado por un riguroso entrenamiento, cuando no nos hemos entrenado debidamente en el gimnasio psicológico de la convivencia social y familiar de nuestra vida diaria.

Durante la meditación, debemos desembotellar la Esencia, el Buddhata, lo mejor que tenemos dentro, lo más digno, lo más decente. Precisamente, esta Esencia o Buddhata se encuentra enfrascada entre los elementos inhumanos, entre ese compuesto de agregados psicológicos que constituyen el Mí mismo, el Sí mismo, el Ego.

No sería posible experimentar lo real, la verdad, lo que ciertamente nos interesa a todos, si no lográramos sacar la Esencia de entre el Ego. Una Esencia embotellada entre el Ego no puede experimentar lo real; tendrá que vivir siempre en el mundo de los sueños, en el centro intelectual, en el centro instintivo, en el emocional, en el centro motor o en el sexual, pero no podrá en modo alguno escaparse para experimentar la verdad.

Cuando nosotros logramos, en ausencia del Ego, experimentar la verdad, podemos evidenciar un elemento que transforma radicalmente. Esto es un elemento de altísimo voltaje. Esto es posible, pero hay que saber cómo: poniendo a trabajar la Conciencia para que reemplace completamente a la mente y al sentimiento; que sea ella la que funcione, la Conciencia incorporada, integrada dentro de nosotros. Debemos tener una mente pasiva, un sentimiento pasivo, una personalidad pasiva, pero una Conciencia totalmente activa. Comprender esto es indispensable, es urgente para poder hacernos prácticos en meditación.

Conferencia dictada a estudiantes gnósticos

VM Samael Aun Weor