En cuanto al hombre, podemos decir que, en base a su egoísmo visceral, ha fabricado un sistema de vida dirigido tan solo al enriquecimiento material de si mismo, pensando solo en sí mismo, pensando solo en la acumulación de riquezas, en la competición del uno contra el otro, olvidándose de todos los principios éticos, espirituales, anímicos y psicológicos, ha fabricado un sistema de vida que no tiene en cuenta para nada el bien de los demás, el interés publico, y lo único que toma en cuenta es enriquecer al Ego animal de cada persona.
A eso se debe que, en su conjunto, toda la sociedad en los distintos estamentos en que ella se divide: el estamento religioso, político, económico y filosófico inclusive, haya experimentado una degradación a tal punto de que hoy nadie cree en nadie, nadie ve ninguna alternativa.
Para gobernar los países, primero los políticos tendrían que ser gobernadores de sí mismos, tendrían que haber sido dueños de sí mismos. Y los políticos tienen lo que todo el mundo tiene dentro, una dispersión psicológica espantosa. La mente de los políticos, como la mente de cualquier otra persona, funciona en proceso del «más»: más dinero, más cargos, más poder, más competición, etc., y el proceso del más ha llevado al ser humano a la búsqueda de la acumulación de bienes, sin pensar en el bien de los demás.
Entonces habría que reinvertir el proceso, y en vez de ser egocéntrico tendría que ser «antropocéntrico», en el sentido superior de la palabra; tendría que ser en función de los demás.