Alguien dijo que Infierno viene de la palabra infernus, que en latín significa ‘región inferior’. Así enfatizó la idea de que el lugar que nosotros ocupamos en la región tridimensional de Euclides, es el Infierno, por ser, según él, el lugar inferior del cosmos…
Desgraciadamente, aquel que hizo tan insólita afirmación desconocía realmente el Rayo de la Creación. Si él hubiera tenido mayor información, si hubiera estudiado los Siete Cosmos, se hubiera dado cuenta cabal de que el lugar inferior no es este mundo físico en que vivimos, sino el Séptimo Cosmos, situado exactamente dentro del interior del planeta Tierra, en las infradimensiones naturales, bajo la zona tridimensional de Euclides.
Extracto de Sí hay infierno, sí hay diablo, sí hay karma, capítulo «Los Siete Cosmos».
Samael Aun Weor
Incuestionablemente, millones de criaturas involutivas, descendentes, están en estos instantes atravesando el Aqueronte para ingresar en el averno.
Oleadas de humanoides, después de completar el ciclo de existencias en el mundo físico tridimensional de Euclides, dejan de tomar humanos cuerpos para sumergirse definitivamente en el Reino Mineral.
Ciertamente, el mal del mundo, por monstruoso que este sea, tiene un dique, un límite definido.
¿Qué sería del universo si no existiese un obstáculo infranqueable para el mal?
Obviamente este último se desarrollaría infinitamente hasta reinar soberano en todas las esferas.
Cabe aquí destacar, con entera claridad meridiana, la tremenda realidad de las 108 existencias que se le asignan a toda Esencia viviente, a todo principio anímico divinal.
Viene esto a recordarnos las 108 cuentas del collar del Buddha, y las 108 vueltas que el Brahmán indostánico hace alrededor de la Vaca Sagrada. Es indubitable que con la última de estas finaliza su rito diario, entonces introduce la punta de la cola del consabido animal alegórico dentro del vaso de agua que va a beber.
Entendido todo esto, podemos proseguir: es obvio que la Divina Madre Kundalini, la Serpiente Ígnea de nuestros Mágicos Poderes, intenta lograr nuestra Autorrealización Íntima durante el curso de las 108 existencias que a cada uno de nosotros nos son asignadas.
Ostensiblemente, dentro de tal ciclo de vidas sucesivas tenemos innumerables oportunidades para la Autorrealización; aprovecharlas es lo indicado. Desafortunadamente nosotros reincidimos en el error incesantemente, y el resultado, al fin, suele ser el fracaso.
Resulta palmario y evidente que no todos los seres humanos quieren hollar la senda que ha de conducirlos a la Liberación Final.
Los distintos Mensajeros que vienen de lo alto, Profetas, Avataras, grandes Apóstoles…, han querido siempre señalarnos con precisión exacta la Rocallosa senda que conduce a la auténtica y legítima felicidad.
Desgraciadamente las gentes nada quieren con la Sabiduría Divina, han encarcelado a los Maestros, han asesinado a los Avataras, se han bañado con la sangre de los justos, odian mortalmente todo lo que tenga sabor a divinidad.
Sin embargo, todos, como Pilatos, se lavan las manos; se creen santos, suponen que marchan por el Camino de Perfección.
No podemos negar el hecho contundente y definitivo de que existen millones de equivocados sinceros, que muy honradamente presumen de virtuosos y piensan de sí mismos lo mejor.
En el tartarus viven anacoretas de toda especie, místicos equivocados, sublimes faquires, sacerdotes de muchos cultos, penitentes de toda especie, que todo aceptarían menos la tremenda verdad de que están perdidos y que marchan por el camino de la maldad.
Con justa razón dijo el Gran Kabir Jesús: «De mil que me buscan uno me encuentra, de mil que me encuentran uno me sigue, de mil que me siguen uno es mío».
El Bhagavad Gita dice textualmente lo siguiente: «Entre miles de hombres, tal vez uno intente llegar a la perfección; entre los que lo intenten, posiblemente uno logre la perfección; y entre los perfectos, quizá uno me conoce perfectamente».
Jesús, el Gran Kabir, pone énfasis en la dificultad para entrar al Reino: «Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque cerráis el Reino de los Cielos delante de los hombres; pues no entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación».
Refiriéndose el Gran Kabir Jesús a tantos falsos apóstoles que andan por ahí fundando diversas sectas que jamás conducirían a la Liberación Final, dice: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho lo hacéis dos veces más hijo del Infierno que vosotros».
Lo grave, distinguidos amigos, nobles hermanos, respetables damas, es que aquellos que están perdidos, los equivocados sinceros, piensan siempre que van muy bien.
¿Cómo hacerles comprender a las gentes que van mal? ¿Cómo hacerles entender que el camino que conduce al abismo está empedrado con buenas intenciones? ¿En qué forma podría demostrarles a las gentes de Conciencia dormida que la secta a la cual pertenecen, o la escuela tenebrosa a la cual se han afiliado, han de conducirlos al abismo y a la Muerte Segunda?
Es incuestionable que nadie piensa de su secta lo peor. Todos están convencidos con las palabras de los ciegos guías de ciegos…
Ciertamente, y en nombre de la verdad, hemos de decir con gran franqueza que solo despertando Conciencia podremos ver el camino angosto, estrecho y difícil que conduce a la Luz.
¿Cómo podrían ver la senda aquellos que duermen? ¿Acaso la mente podría descubrir la Verdad?
Escrito está con palabras de oro en el Gran Libro de la Vida Universal, que la mente no puede reconocer lo que jamás ha conocido.
¿Creéis vosotros acaso que la mente ha conocido alguna vez eso que es lo Real, la Verdad?
Es ostensible que el entendimiento va de lo conocido a lo desconocido, se mueve dentro de un círculo vicioso, y sucede que la Verdad es lo desconocido de instante en instante.
Os ruego, queridos hermanos, nobles amigos, distinguidas damas, que reflexionéis un poco.
La mente puede aceptar o rechazar lo que quiera, creer o dudar, etc., etc., etc., pero jamás podrá conocer lo Real.
Observad cuidadosamente lo que sucede en los distintos rincones del mundo. Es ostensible que por doquiera circulan los libros sagrados y ellos sirven de fundamento a muchos cultos religiosos.
Sin embargo, ¿quién entiende los conceptos de contenido de esos libros? ¿Quién tiene plena Conciencia de lo que en cada versículo está escrito? Las multitudes solo se limitan a creer o a negar, y eso es todo.
Como prueba de esto que estoy afirmando, ved cuántas sectas se han formado con los versículos maravillosos de los Cuatro Evangelios cristianos.
Si los devotos tuvieran plena Conciencia del crístico Evangelio predicado por el Gran Kabir Jesús, es obvio que no existirían tantas sectas; en verdad solo habría una sola religión crística de tipo cósmico, universal.
Sin embargo los creyentes no logran ponerse de acuerdo porque tienen la Conciencia dormida; nada saben, nada les consta, nunca han platicado personalmente con un Ángel, jamás han entrado consciente y positivamente en las regiones celestes; andan porque otros andan, comen porque otros comen, dicen lo que otros dicen y así marchan desde la cuna hasta el sepulcro con una venda en los ojos.
Desgraciadamente, el tiempo pasa con rapidez que aterra, se acaba el ciclo de existencias humanas y por último, convencidos los devotos de que van por el camino recto, ingresan en la morada horrible de Plutón, donde solamente se escucha el llanto y el crujir de dientes…
El descenso de las oleadas humanas en el interior del organismo planetario se realiza bajando por las escalas animal y vegetal, hasta ingresar definitivamente al estado mineral en el centro mismo del planeta Tierra.
Quiero que sepáis, quiero que comprendáis, que es en el centro mismo de este planeta donde millonadas de humanoides pasan por esa Muerte Segunda de la que hablara el Apocalipsis de San Juan.
Es evidente que la destrucción del Sí Mismo, la aniquilación del Ego, la disolución del Sí Mismo en las regiones sumergidas del averno, es absolutamente indispensable para la destrucción del mal dentro de cada uno de nosotros.
Obviamente solo mediante la muerte del Ego se hace posible la liberación de la Esencia; entonces esta resurge, sale a la superficie planetaria, a la luz del sol, para reiniciar un nuevo proceso evolutivo dentro de la Rueda dolorosa del Samsara.
El reascenso se verifica siempre atravesando los estados mineral, vegetal y animal, hasta reconquistar el estado de humanoide que otrora se perdiera.
Es claro que, con el reingreso a este estado, nuevamente se nos asignan otra vez 108 existencias que, si no las aprovechamos debidamente, nos conducirán por el camino descendente de regreso al averno. En todo caso, queridos hermanos, nobles damas que me escuchan, es bueno que sepáis que a toda Esencia, que a toda Alma, se le asignan siempre 3000 de estos ciclos de manifestación cósmica.
Quienes fracasan definitivamente, quienes no saben aprovechar las innumerables oportunidades que estos 3000 períodos nos deparan, nos confieren, quedarán para siempre excluidos de la Maestría.
En este último caso, aquella Chispa inmortal que todos llevamos dentro, la Mónada sublime, recoge su Esencia, es decir, sus principios anímicos, se la absorbe en sí misma y se sumerge luego en el Espíritu Universal de Vida para siempre.
Así pues, las Mónadas sin Maestría, aquellas que no la lograron o no la quisieron, definitivamente quedaron excluidas de toda escala jerárquica. Aclaro: no todas las Chispas inmortales, no todas las Mónadas sublimes, quieren la Maestría.
Cuando alguna Mónada, cuando alguna Chispa divinal quiere de verdad alcanzar el sublime estado de Mónada-Maestro, es indubitable que trabaja entonces a su Esencia, a su Alma, despertando en esta Alma infinitos anhelos de espiritualidad trascendente.
Extracto de Sí hay infierno, sí hay diablo, sí hay karma, capítulo «Mónadas y Esencias».
Samael Aun Weor
En la Novena Esfera se desintegran definitivamente las criaturas involucionantes.
¿Qué fue de Nemrod y su Torre de Babel? ¿Qué será de los modernos fanáticos de tal torre?
En vano intentarán asaltar el cielo con sus cohetes. Los viajes cósmicos no les son permitidos a los animales intelectuales; intentarlo es un sacrilegio. Tales viajes son exclusivos del Hombre auténtico, legítimo y verdadero.
Después de la gran catástrofe que se avecina, los bribones intelectuales de la Torre de Babel ingresarán a los mundos infiernos para reducirse a polvareda cósmica en la Novena Esfera.
¿Qué fue de Efialto? Logró conmover a los Dioses encarnados en la antigua Atlántida, sin embargo se redujo a polvo en el noveno Círculo Dantesco.
¿Qué fue de Briareo, el de los cien brazos, viva representación alegórica de los señores de la faz tenebrosa que otrora poblaran la sumergida Atlántida…? En el noveno círculo infernal o de Neptuno se disolvió convirtiéndose en polvo de la tierra.
En esta zona neptuniana sumergida se reducen a cenizas los traidores… ¡Ay de Bruto, Casio y el Judas interior de cada viviente!
¿Y qué fue de ti, Alberigo de Manfredi, señor de Faenza? ¿De qué te sirvieron tus buenas intenciones y el haber ingresado a la Orden de los Hermanos Gozosos? Bien saben los divinos y los humanos el horroroso crimen que cometisteis. ¿No fuiste acaso tú aquel que asesinara a sus parientes en pleno festín?
Dice la leyenda de los siglos que, fingiendo reconciliarte con ellos, los hicisteis asesinar en célebre banquete, precisamente al final, en el instante mismo en que se servían los postres. Sin embargo continuasteis viviendo; así parecía a las gentes, mas en verdad ingresasteis al noveno círculo infernal en el momento mismo en que se consumara el delito. ¿Quién quedó habitando tu cuerpo? ¿No fue acaso un demonio?
¡Ay de los traidores! ¡Ay de aquellos que cometen semejantes crímenes! Estos son juzgados de inmediato por los Tribunales de la Justicia Objetiva y sentenciados a muerte.
Los verdugos cósmicos ejecutan la sentencia, y tales desdichados desencarnan de inmediato pasando al noveno Círculo Dantesco, aunque sus cuerpos físicos no mueran, pues sabido es que cualquier Demonio, reemplazando al traidor, queda metido entre su cuerpo con el fin de que no se alteren los procesos kármicos de aquellas personas o familiares que en una u otra forma estén relacionados con tales perversas personalidades.
Aunque parezca increíble, actualmente ambulan por las calles de las ciudades muchos muertos vivientes cuyos verdaderos propietarios viven en los mundos infiernos.
Extracto de Sí hay infierno, sí hay diablo, sí hay karma, capítulo «Esfera sumergida de Neptuno».
Samael Aun Weor