Hablar sobre el Budismo significa adentrarnos en el terreno de la mística oriental que aún subsiste en nuestros días. Desde tiempos ancestrales el hombre ha querido resolver los enigmas filosóficos trascendentales acerca de quién soy, por qué existo y a dónde voy. Tales enigmas fueron la causa secreta de la irrupción de la filosofía en todos los continentes y culturas.
Grecia, Mesopotamia, Babilonia, Siria, Israel, Egipto, etc., etc., envolvieron su filosofía arropándola con la mística y añadiéndola a su religión, de tal modo que mística y filosofía formaban una sola cosa en aquellos remotos tiempos, como fue el caso de la Philokalia en tierras egipcias que más tarde los griegos llevaron a la Hélade con el nombre de Philosophia o arte de adentrarse en los misterios de la Creación y del hombre.
Empero, en India, China y Japón, la mística brotó de los seres «Iluminados» o «Búddhicos» que, en palabras de la ortodoxia oriental, son seres que han despertado del sueño de la ignorancia y por tanto se han purificado de todo mal. Un Buddha es un ser que ha expandido infinitamente el poder de su compasión y ha realizado toda su bondad. En palabras del Budismo diríamos: «Ser Buddha implica una forma de vida en la que se ha alcanzado el nivel evolutivo de perfección más elevado posible».
Empero, gnósticamente hemos de distinguir, amable lector, entre los Buddhas Nirvánicos y los Buddhas que alcanzan la perfección absoluta, y estos vienen a ser realmente los llamados Buddhas de Compasión. El Iniciado que alcanza el grado de Buddha deviene con determinados grados de Conciencia un «dueño de sí mismo» y por tanto un habitante de eso que en Budismo representa la felicidad: el Nirvana. Pero más allá de la felicidad búdica está la causa secreta de la felicidad, y esto es la Talidad. No todo Buddha alcanza la Talidad, tan solo la consiguen los Buddhas de Compasión.
Justamente, amigo lector, aquí es donde emergen algunas figuras prominentes dentro del concierto de Buddhas de Compasión, tales como Amitabha, Vairochana, Amoghasiddhi, Ratnasambhava y Akshobya. Estos seres, se dice, se han fundido con la Conciencia Cósmica y se convierten en transmisores de la Verdad de manera imperecedera. El Budismo japonés añade, de manera singular, a esta cadena de Seres inefables, la figura del Buddha Maitreya, el gran reconciliador. Se le presenta en la estatuaria budista de manera tal que con su cuerpo manifiesta claramente la unión del pensamiento oriental con el occidental. Se le ve sentado, su columna recta y sus extremidades inferiores denotando una fusión con los dos hemisferios de nuestro mundo, por cuanto una pierna aparece descansada, estirada, mientras la otra se superpone sobre la primera formando la famosa postura del Loto.
Los budistas japoneses e hindúes afirman una profecía que a la letra dice: «Un día llegará el Gran Maitreya, el Buddha Unificador, que nos unirá a todos en un solo Evangelio, en una sola philosophia y entonces el hombre podrá ver claramente el camino de retorno a su punto de partida original». Esta profecía la ubican ambas facciones en los tiempos del Kali-Yuga –Edad de Tinieblas– en la que estamos actualmente.
La Gnosis –o sabiduría eterna– afirma contundentemente que el Buddha Maitreya ya se ha reencarnado y ya ha manifestado su Evangelio, su philosophia, su doctrina. Ese Buddha Maitreya tiene nombre y se llama Samael Aun Weor. Cuando nos adentramos, por tanto, en la lectura del Gnosticismo contemporáneo del V.M. Samael Aun Weor, nos damos cuenta de que en su continente y en su contenido sus obras enlazan el Cristianismo con el Budismo e Hinduismo Trascendentales. Esta es la gran misión de este Buddha de Compasión que aspira a redimir al género humano de nuestros días, para extraer del mismo una nueva cosecha de Seres Autorrealizados, dueños de sí mismos –en todos los sentidos– y fundadores de una nueva progenie y una nueva civilización.
Honor y honra, pues, para este insigne escritor: Samael Aun Weor, que ha sabido enlazar la filosofía occidental con el misticismo oriental, para demostrarnos que la Verdad es una sola y que solo es posible conocerla cuando nos proponemos encarnarla…..