Muy amados amigos/as lectores/as:
Con gran placer os hago llegar el presente grabado que lleva por título…
…SOLA VIRTUS EST FUNERIS EXPERS
─‘Solo la virtud está exenta de la muerte’─
Este grabado forma parte de un libro de emblemas llamado Emblemata Liber ─‘el libro de los emblemas’─, cuyos dibujos pertenecen a Jean-Jacques Boissard ─1528-1602─, humanista, escritor, poeta en lengua latina, editor y dibujante francés.
En la presente imagen se nos muestra a la virtud a la izquierda con una espada y un escudo en sus manos. Las tres moiras ─Clotón, la hilandera, Láquesis, la que reparte los destinos, y Átropos, la cortadora─, y la muerte cerca de ellas portando su reloj de arena. La moira Láquesis escribe en una piedra funeral ─léase: lápida─: Sic Visum Superis: ‘Así lo quieren los Dioses’.
En la mitología griega, las moiras ─parcas para los romanos─ eran las personificaciones del destino. Controlaban el metafórico hilo de la vida de cada mortal e inmortal desde el nacimiento hasta la muerte.
Se encargaban de llevar las almas fallecidas a los lugares que les pertenecen ─infierno, cielo, purgatorio─. Las tres se dedicaban a hilar, cortaban el hilo que medía la longitud de la vida con una tijera para fijar el momento de la muerte de alguien. Hilaban lana blanca y entremezclaban hilos de oro e hilos de lana negra. Los hilos de oro señalaban los momentos dichosos en la vida de las personas y la lana negra los tristes.
Existe una traducción del texto que acompaña al emblema en el libro:
«Todo lo que se valora en este mundo está sujeto a destruirse: fuerza, salud, riqueza, dignidad y, en general, todo lo que hace que el tren de esta vida sea más fácil; cambia de repente y desaparece en un momento como la línea de un relámpago, porque nada es duradero en la naturaleza. Por eso el sabio afirma que la única verdad es la virtud como tesoro permanente. Ciertamente también defraudamos esta vida tan breve y transitoria; sin razón la llamamos vida.
No nos reconocemos en la infancia, entonces solo balbuceamos; la juventud nos deja atónitos la mitad de nuestra vida, y cuando en alguna madurez el juicio se nos da, se encuentra envuelto en una infinidad de trabajo y preocupaciones. Nuestra decadencia se encuentra con la dolorosa vejez, que nos gobierna con mano fría hasta el final de nuestro camino. La belleza se marchita de repente; la alegría y la diversión pasan en un abrir y cerrar de ojos; el disfrute de los bienes se debate y no tiene nada de seguro, incluso en retenerlos solo tenemos una carga en el espíritu. Las fuerzas de la naturaleza son debilitadas por la fuerza de la enfermedad; nos persigue la pobreza, que nos cubre de desprecio; los amigos son raros. En resumen, digamos que el cielo no cubre nada en lo que podamos fijar el ancla de nuestra seguridad porque somos despojos de la muerte. Solo la virtud nos permite escapar de todos los peligros y nos garantiza la opresión de todos estos defectos. Es inmortal, y quien ajusta su vida a su naturaleza la redobla, incluso la perpetúa para siempre».
¿Qué significa todo esto?
Significa, estimados/as lectores/as, que lo único que tiene sentido verdadero en nuestra existencia es vivir para el SER y sus virtudes. El SER lo es todo y es capaz de vencer a la muerte. Con el SER seguimos en la región de los muertos pero gozando de dignidad, inteligencia, Conciencia, y gozando de una plenitud difícil de definir. No somos como aquellas criaturas que pasaron su vida terrenal absolutamente identificadas, de forma estúpida, con el cuerpo físico, con la salud aparente, que tan solo aprovechan para dar rienda suelta a sus violentas pasiones egoicas, o apegadas a las riquezas materiales, teniendo en sus adentros un miedo, un terror a perderlas, aun a sabiendas de que, llegado el día de la muerte, todo aquello quedará atrás…
Como bien nos lo enfatiza la Gnosis, somos humanoides que nacen con la Conciencia dormida, crecemos llenos de fantasías, maduramos creyéndonos inteligentes, envejecemos llenos de objeciones y quejas de toda especie hasta que, finalmente, abandonamos este valle de lágrimas y nos marchamos hacia otras dimensiones de nuevo con la Conciencia dormida. Total: es la repetición de un SINSENTIDO, una vida basada en la hipnosis psíquica que de ninguna manera nos permite ver, sentir y palpar la GRAN REALIDAD.
Las tres moiras vienen a representar para nosotros las fuerzas del destino que se cumple nos guste o no nos guste. Sin embargo, en nuestro grabado la que permanece de pie y firmemente es la virtud. Solamente las virtudes superan todas las dificultades y se convierten en esperanzas cuando todo parece perdido en nuestro ilusorio mundo.
Al pie de las tres moiras vemos ánforas, jarras, coronas, flechas y baúles llenos de tesoros. ¿Por qué? RESPUESTA: Porque ellas ejercen el verdadero gobierno de la existencia de todos los seres. Por eso se nos dice que nuestra vida puede cambiar súbitamente de un momento a otro como la luz de un relámpago. Y en esto es incuestionable que las moiras actúan conjuntamente con los Arcontes del Karma.
Para quien ha trabajado sobre sí mismo, la vida adquiere otro sentido, pues cada día que pasa va percibiendo el porqué de determinadas circunstancias, y de cada una de ellas va adquiriendo una enseñanza que enriquece su Conciencia. Cuando la Conciencia se va ampliando cada vez más se convierte en omnisciencia, y en tal estado concientivo ya no somos maquinitas que simplemente reciben energías del cosmos para retransmitirlas a las capas anteriores de la Tierra a fin de que ella siga girando sobre su propio eje.
Tenemos tan solo dos alternativas en nuestra existencia:
- Vivir para el Ego, para el Yo y sus apetitos innumerables, con la consecuente destrucción de nuestra individualidad sagrada y nuestro destino final será el abismo.
- O vivir para el SER, lo cual va acompañado de una determinación de renunciar a las ilusiones del YO ─cualesquiera que fuesen─ y la práctica de los tres factores de la Revolución de la Conciencia, a saber:
- MORIR ─psicológicamente─.
- NACER ─crear una nueva vida interior auxiliándonos con el arte de la Alquimia─.
- SACRIFICARNOS POR LA HUMANIDAD ─para desarrollar virtudes merced a padecimientos voluntarios y sacrificios conscientes─.
Llegados aquí, me permito ofreceros unas frases brotadas del análisis de algunos grandes seres que en nuestro mundo han existido:
«La Conciencia es la presencia de Dios en el hombre».
Victor Hugo
«La Conciencia es la voz del alma».
Chateaubriand
«No hay un teatro mayor para la virtud que la Conciencia».
Cicerón
«La Conciencia es un destello de la pureza del estado primitivo del hombre».
Bacon
«Nuestra Conciencia es un juez infalible, mientras no la hemos asesinado».
Balzac
PAX VOBISCUM.
─‘La paz sea con vosotros’.
KWEN KHAN KHU