Indagar una y mil veces sobre el resorte secreto de nuestra existencia es la perseverante tarea del Gnosticismo de todos los tiempos. Ciertamente, sin el auxilio de la Gnosis es más que imposible ahondar en el misterio de la vida y todo lo que ella conlleva, y de igual modo resulta imposible comprender eso que llamamos muerte, no solo como la cesación de las funciones biológicas de nuestro organismo celular, sino como fenómeno que aparece en todos los reinos de la creación y que, por tanto, ha de tener un motivo trascendental para hacerlo.
La creación misma, las causas secretas que la originaron, la inteligencia subyacente que la originó y que las religiones han venido a llamar «Dios», son tan solo los retazos de un puzle que no puede ser resuelto sin la ayuda de la experimentación que ofrece el Gnosticismo y su exégesis.
Los medios que se ofrecen al investigador para tratar de comprender la naturaleza del SER, solamente pueden ser adquiridos merced a las prácticas, disciplinas y vivencias que devienen como consecuencia de la embriaguez que sufre el alma cuando ha decidido entregarse al Reino de la Verdad.
Al hablar de la Verdad nuestro lector no ha de considerar dicha palabra como parte de un discurso filosófico, sino como una energía que palpita tanto en lo hondo de un átomo como en el núcleo del mismo universo en el que existimos y nos movemos.
Encontrar ese tesoro significa haber alcanzado el Pleroma de los gnósticos, la morada del verdadero Demiurgo y, en consecuencia, la Paz Perpetua…
Oremus.
Los editores
«El sentido de la vida no puede ser descubierto ni calculado, sino que debe ser vivido. La vivencia del sentido es, por ende, un proceso misterioso revelado por la poética lucidez del mito, el sueño y la imaginación, y no por las preocupaciones del Ego. En su libro Recuerdos, sueños, pensamientos, Jung se refiere varias veces a la búsqueda del sentido de la vida y del ser humano, y concluye que cualquier respuesta a esta seria pregunta no deja de ser una interpretación o una conjetura humana, una confesión o una creencia.
La experiencia de la psique –que es el recipiente alquímico en el que todas las palomas y las serpientes, los Dioses y los diablos, los ardientes y los crecientes se combinan una y otra vez en una danza majestuosa e imponente de formaciones– es la hacedora del sentido de la vida, la creadora de la Verdad».
–Extracto de la obra «Jung, el Gnóstico», Stephan Hoeller–.