En nombre de las cien mil vírgenes del misterio inefable que se oculta en el fondo de todas las edades, conviene ahora hablar un poco sobre el famoso Papapurusha indostánico –el Yo–.
Los viejos ermitaños de la sagrada tierra del Ganges tienen la costumbre de visualizarlo, mentalmente, en el lado izquierdo de la cavidad del estómago, y de la medida del dedo pulgar; se lo imaginan con fiero aspecto, ojos y barba de color rojo, y sosteniendo espada y escudo con el ceño fruncido, figura simbólica de todos nuestros defectos psicológicos…
Místico momento inolvidable de exótica beatitud oriental, es aquel en que los ancianos anacoretas cantan sus mantras sagrados y se concentran extáticos en la región del ombligo…
En esos instantes deliciosos de insospechable dicha, el yogui debe pensar en el Papapurusha, imaginándoselo reducido a cenizas entre el fuego que chisporrotea…
Lágrimas de profundo arrepentimiento por las faltas cometidas desde los antiguos tiempos, caen de los ojos del penitente, quien, en el silencio santo, suplica a su Madre Divina Kundalini que elimine de su interior tal o cual defecto psicológico.
Samael Aun Weor
El Parsifal Develado (capítulo 21)