Rebelarse contra las fuerzas mecánicas de la naturaleza, en todas sus expresiones externas e internas, es condición fundamental para que dentro del verdadero amante del Ocultismo Solar pueda nacer el Hombre renovado, el Hombre celeste, el Adam-Kadmón que otrora poblaba la tierra y gozaba de la legítima libertad material y espiritual.
Volver al punto de partida original, al reino del cual hablaba el Gran Kabir Jesús en sus continuas prédicas, es posible cuando aquel que escucha el precepto anhela de verdad y permanentemente encontrar dentro de sí eso que la filosofía y la religión universal catalogan como «la Verdad».
Escrito está que la Verdad es lo desconocido de instante en instante, de momento en momento; nadie puede reducirla a un discurso, a unas páginas; cada quien debe evocarla, crearla y desarrollarla; y en base a tales afirmaciones podemos colegir que aquel que la busca ha de someterse a una ardua disciplina que conlleva la observación directa y profunda de todas las ataduras psicológicas, energéticas y anímicas que, como fuerzas ciegas, tienden a determinar repetitivamente la conducta de la humanidad, separándola de toda posibilidad de escape de esa rueda de acontecimientos que constituyen la famosa RUEDA DEL SAMSARA de la teología indostánica, que mantiene a los hombres esclavizados y apartados de la TALIDAD SUPREMA.
Para hacer contacto con la inteligencia divina que subyace en las reconditeces del ser humano, este último no habrá de conformarse con la práctica –muy sana, por cierto– de los ayunos, de los ejercicios yóguicos, del aislamiento –permanente o temporal– en una ermita, del cuidado de su alimentación, del desdeñamiento de los bienes materiales –por renunciación voluntaria o por autoimposición disciplinaria–, sino además deberá ir aún más lejos y adentrarse en los terrenos de la psicología oculta del psiquismo humano para conocer de cerca, y destruir posteriormente, el ANTICRISTO que toda persona lleva en sus propias entrañas, y que es la causa causarum más recóndita y secreta del distanciamiento que el hombre ha hecho de sí mismo con su MÓNADA DIVINA, REAL SER o PROTOTIPO CELESTE ORIGINAL.
Esto, incuestionablemente, implica el conocimiento de fondo de un camino que desde sus inicios hasta su final conlleva riesgos peligrosos, situaciones insólitas, cambios vertiginosos de estrategia y, por tal motivo, impone la necesidad de ser mostrado exhaustivamente por alguien que lo haya vivido previamente, que lo haya experimentado y que, por ende, pueda indicarlo, señalarlo, inteligentemente, a aquellos que quieran recorrerlo, vivirlo o experimentarlo. Tal es el mérito de estas páginas, ya que en ellas encuentra el lector ansioso respuestas exactas a todas esas interrogantes que asaltan a los aventureros que navegan en las aguas del río de la vida, intentando cruzarlo para allegarse a la otra orilla, la de la Liberación.
Samael Aun Weor lo consiguió y nos dejó escritos en este tratado todos los pormenores que contiene el Gran Salto, cumpliendo así con la máxima cabalística que nos dice: «Muela mi molino harina para mí y harina para mi vecino».
La harina es la Gnosis y tú eres su vecino. Cómela, digiérela y habrás resuelto tu destino.
Kwen Khan Khu