El Yo del victimismo

El Yo del victimismo

El Yo del victimismo 850 480 V.M. Kwen Khan Khu

Muy amados/as compañeros/as del camino:

Me complace tomar la pluma para haceros llegar el siguiente mensaje que he considerado llamarlo…

…EL YO DEL VICTIMISMO

Dentro del variopinto panorama de nuestra mísera psicología propia de nuestra condición de humanoides, resulta bueno estudiar, reflexionar, indagar, profundizar sobre los pormenores oscuros de uno de nuestros peores agregados psicológicos que, estando adheridos a nuestro psiquismo, nos aumentan nuestra ceguera conciencial, impidiéndonos por tanto el tan anhelado despertar de nuestra CONCIENCIA.

No hemos de olvidar que en nuestra CONCIENCIA se hallan todas las joyas que nos podrían ligar a nuestra realidad interior y, por lo tanto, permitir que nos establezcamos en un estado permanente de plenitud, de la cual gozábamos, en tiempos remotos, cuando la raza humana aún no había caído en su propia degeneración y su consecuente sueño.

Este agregado, dentro de los diez mil que mantienen atrapada en un sueño profundo a nuestra Conciencia, gusta mucho de camuflarse en nuestro continente anímico, y de allí que, cuando queremos detectarlo, nunca quiere verse a sí mismo, huye del espejo de la vida social y busca mil maneras de ocultarse a los ojos de la autobservación.

Incuestionablemente, esta larva psicológica, cuando está a punto de ser descubierta cuando estamos en meditación o en profunda reflexión, inmediatamente trata de encontrar a alguien a quien pueda culpar de sus acciones.

Tener a alguien a quien culpabilizar es mucho más fácil para la mayoría de las personas. Es difícil aceptar que algo va mal dentro de nosotros y, cuando estamos confrontados con un problema que nos relaciona con otra persona y no expresamos nuestra pesadumbre, la situación se torna peor, pues muchos de los que no hablamos o aquellos que definitivamente nunca quieren hablar del asunto, continúan rumiando en su mente con las garras de este asqueante elemento energético.

Por este motivo, el V.M. Samael expresó muchas veces: «Es tan malo callar cuando debemos hablar como hablar cuando debemos callar»……..

Esto ha llevado a algunos instructores a decir cosas como que delante de una mujer es mejor solamente escuchar y no hablar, porque, según esos instructores, la mujer es un ente mental.

Obviamente, nunca estaremos de acuerdo con esta afirmación y por ello hemos de respetar las palabras de nuestro Patriarca cuando nos advierte sobre saber callar o saber hablar. Probablemente querersiempre callar frente a una mujer alguien pueda considerarlo como válido, mas esto no es verdad. En tal caso se estaría expresando otro Ego: el del machismo. El Yo del machismo tiene la tendencia a considerar que la mujer no debe opinar, y cuando la mujer opina entonces este yo machista considera a dicha mujer como alguien que disfruta ejerciendo el mando, es decir, siendo mandona. Muchos de los que son víctimas del Yo del machismo en el fondo son hombres que tienen miedo a la mujer, que no la comprenden. Pero muchos de ellos no opinan esto de sus mamás, y, sin embargo, sí que piensan eso de sus parejas. ¿O acaso su mamá no es una mujer? Cuando hablan de este modo algunos de estos varones no perciben que de esta manera se alejan de su Divina Madre.

El Yo del victimismo está asociado a la gente que siempre se autoconsidera. Una víctima es alguien, una persona física que, directa o indirectamente, ha sufrido daño o el menoscabo de sus derechos producto de una violación de derechos humanos o de la cristalización de un delito; esto es lo que dice la definición.

El resto de lo que sufrimos, si no son insultos, pues son solo opiniones, y si no somos capaces de aceptar estas opiniones es porque tenemos mucho amor propio y orgullo… La gente tiene derecho a opinar aunque nos duela – y obviamente siempre haciéndolo con respeto.

El Yo del victimismo es algo que nace en la mente y después pasa al centro emocional, el cual lo transforma en que fuéramos gente sufrida… El Yo del victimismo nos hace sentir que llevamos una cruz…, una cruz utópica, pues nos hace sentir abnegados. Y, claro, todos son aspectos del mismo Yo del victimismo.

Es como justificar nuestra miseria.

No avanzamos con esto porque nos gusta, en el fondo, este estado… Y si los demás nos ven así aún mejor, pues es como tener medallas.

No aceptamos que alguien nos diga la verdad para así poder realmente cambiar. No aceptamos que los demás nos digan algo, aunque sea de buena manera, para cambiar nuestras vidas porque en el fondo nos gustan estos estados victimistas que tenemos. Aparentemente esto da sentido a nuestras vidas, nos sentimos vivos con esto, y hasta pasamos por santos.

Claro que sí es posible cambiar el estado, nuestros estados, nuestra psicología, nuestros errores, Yoes, etc., y nuestras vidas. Pero el Yo del victimismo piensa que todo lo que le ocurre, o casi todo, es por culpa de los demás. Y aunque fuera culpa de los demás, ¿no hay algo ahí que tenemos que cambiar, que aprender?

Uno tiene que dejar el pasado para avanzar… Si no, esto se vuelve nuestra identificación y esto nos define… El Yo dice: «Estoy aquí porque he vivido esto, porque construimos esto, porque me funcionó», o: «Estoy así porque viví este trauma…». Allí quedamos, ya no podemos avanzar, porque esto se vuelve nuestra canción psicológica.

Y si algo cambia en nuestra vida, pues no lo soportamos porque somos ya un molde de cosas que no queremos soltar, porque nos sentimos felices ya con esa imagen que hemos construido, y no buscamos la muerte del Yo.

No nos gusta tomar responsabilidades sobre lo que nos ocurre hoy por hoy, y aunque el pasado ha sido bueno, pues esto no quiere decir que siempre lo será, que siempre funcionará nuestra manera de vivir.

Puede ser que funcione un tiempo nuestra manera de interactuar o vivir con los demás, pero viene un momento en que el Padre busca otra cosa de nosotros, un cambio radical. Porque si el agua no hierve a cien grados, pues el Yo no se muere. Y si somos tan buenos desde hace tantos años, ¿por qué todavía no estamos autorrealizados?

La mayoría de las personas no quiere cambiar y aceptar lo que les pasa, lo que están viviendo ahora.

Si algo nos pasa un día, solo un día o unas horas o unos minutos, en los cuales alguien nos hace o dice algo, y después lo llevamos dentro cada día del año y en cada momento, esto es lo que recordamos: esto se llama EMBOTELLAMIENTO MENTAL. ¿Cómo podemos avanzar? Pues al final no fue solo un momento vivido. Siempre lo estamos reviviendo de nuevo una y otra vez… Y nuestro embotellamiento, al final, define nuestra vida…

A veces hablar viene bien, son momentos en que uno comprende mejor, o se alivia, o ve que lo que veíamos allí no era real, solo eran escenas o situaciones mentales que llevábamos dentro desde hacía un año. Las personas que no hablan, van a guardar aquel embotellamiento durante años.

Este es el Yo del victimismo… No hay lugar para cambiar porque nos quedamos atrapados en el pasado.

El Yo del victimismo puede acompañar al Yo depresivo. Les gusta rumiar. Esto fabrica personas mentales, gentes que no quieren cambiar, que cogen este Yo y lo nutren. Y no son personas de hablar. Pueden, al final, llegar hasta el suicidio, porque no buscan ayuda, se autoencierran, nutren el monstruo que han creado…..

Claro que existen crisis emocionales, esto es cuando el Yo muere. Pero si uno pasa su tiempo con pena a causa de su amor proprio, esta crisis emocional no es fruto de la muerte mística, sino que estaremos reviviendo cada día tal o cual evento sufriendo por algo que ya no existe, algo que ha inventado el Yo. Pero nosotros lo tomamos como si fuese verdad y nos hundimos.

Cuando estamos así lo mejor es hablar, clarificar las cosas para poder avanzar. Pero los que padecen del Yo del victimismo no siempre son personas a las que les gusta hablar, y el riesgo es hacer su propia teoría y guardarla como una verdad absoluta. Una pesadilla. Y si hablan lo harán siempre desde su punto de vista sin, realmente, querer arreglar la situación.

Así que las lágrimas no son siempre fruto de la muerte del Yo… Muchas veces llorar estará, irónicamente, fortaleciendo el Yo. Por ejemplo, el Yo de la autocompasión, de la falsa compasión, el amor propio herido, entre otras cosas; el Yo del victimismo está ligado al Yo de la autocompasión, de la autoimportancia…

Hay personas a las que les gustan las cosas dramáticas, llorar, porque les da un cierto estímulo… Las gentes negativas van a tener tendencia a entrar en el Yo del victimismo.

El Yo del victimismo es uno de los peores Yoes que tenemos, uno de los que más nos impiden avanzar… Porque todo es la culpa de los demás. «Yo soy buena persona ─decimos─, no me ven, mira cómo me tratan, mira lo que han dicho, no me quieren…», esto nos dice el Yo…..

Este Yo dice: «Soy la víctima… No soy comprendido…». Esto lo puede decir o aludir, o hacer poses de víctima.

El Yo del victimismo también se puede juntar con el Yo del secretismo ─que es diferente a la virtud del hermetismo─.

Cuando nos cuesta hablar de nuestros sentimientos, de nuestros pensamientos, vamos a tener tendencia a gestionar nuestros padecimientos, nuestras penas y los hechos encerrados en nosotros mismos. Si alguien fuera así, no necesita ninguna guía espiritual en su vida, pues no quiere buscar la realidad, se autoengaña y engaña a los demás. Alguien así vive con sus propios análisis mentales, y si es feliz así se divorcia del Padre porque su mente es quien lo dirige. Porque el Yo del victimismo y del secretismo combinados nos hacen sentir autosuficientes.

El Yo del victimismo se puede eliminar buscando comunicación para comprender esos estados. Una vez comprendidos, veremos que los hechos no eran tal como pensábamos.

Pero, claro, uno debe cuidarse de no entrar con la ira a querer buscar explicación. Hablar y comunicar ayuda, abre posibilidades de llegar a una comprensión, de tener explicación de algo que existe o incluso que a veces ni siquiera existió.

En general, el Yo del victimismo está cien por cien convencido de que uno es bueno y los demás son malos… Y esto un día puede llegar a provocarnos depresión y hasta suicidio.

Seguro que muchos van a pensar: «Este tema no tiene nada que ver conmigo». La mente saca sus propias conclusiones para uno sentirse bien. Tanto que es capaz de mentir por esa falsa paz…

Cuando nos pasa algo desagradable lo tomamos de manera personal, y no como algo que tenemos que aprender. La mente escucha: «No te quiero», en vez de «No quiero que hagas esto de esta manera»…….

En muchos casos es mejor hablar y no quedarnos con nuestro peor enemigo, que es nuestra mente. Ella no es capaz de intuir la realidad.

Una persona que busca el bien común, que busca la fraternidad, aceptará lo que le pasa en la vida, ya sea bueno o malo. No va caer tanto en el victimismo. Se resigna.

Si todo lo tomamos de forma personal, si cualquier cosita nos afecta, si somos tan sensibles que no somos capaces de buscar el bien común, que todo lo individualizamos, tenemos más posibilidad de caer en el victimismo.

Y la solución, como siempre, es la humildad.

Si pensamos en el bien común de los estudiantes de una asociación, si uno NO se cree especial, si uno es humilde de verdad, pues acepta el gimnasio. Acepta lo que el Padre le da como enseñanza. Acepta que no es el centro del universo. Si uno no desea SER EL JEFE, sino servir, va a evitar caer en todos estos estados.

Si uno se cree jefe, se cree especial y nunca cree merecer nada negativo, estará en su trono. Y si se cree especial es porque, según él, los demás no lo son, los demás están por debajo de él. Y no aceptará no ser el líder en todo. Obviamente, al final va caer en victimismo, depresión, ira, porque no se merece nada negativo; él siente y piensa que es especial… Entonces lo estará esperando más adelante el otro Yo: el de la MITOMANÍA, porque falta humildad, falta madurez…

Si uno nunca tiene gimnasio en su vida y siempre quiere ser Zen y tiene miedo de vivir cosas y se autoencierra, pues nunca va a llegar a la Luz. Nunca vamos a desarrollar fuerza interior. Nunca nos vamos a acercar al Padre.

El gimnasio sirve para pagar karma, para hacer comprensión, pero también para aprender a manejar situaciones y llegar a un equilibrio interno o de Conciencia. Si no hacemos esto nuestra PIEDRA quedará sin profundidad ni fuerza.

Aquí estamos para autoconocernos. Si uno vive cosas duras: estrés, dolor…, es la mejor oportunidad de conocerse. Pero si siempre queremos evitar el gimnasio y estar en casa con paz, no vamos a llegar muy lejos en términos de Conciencia. Sí que podremos desarrollar Fuegos internos, pero no quiere decir que vamos a tener verdadero Fuego y muerte psicológica.

Así que cuando nos pasa algo tenemos que dar gracias a Dios. Podemos tener una cierta pena, pero no pena depresiva, no una pena del Yo. No queremos engordar los YOES, pero sí que necesitamos tener penas para analizar, para entender lo que el Padre nos quiere enseñar. El gimnasio es la cosa más hermosa que nos pueda pasar, pues es la mejor manera de conocernos a sí mismos.

Necesitamos ser abnegados. La abnegación nos ayuda a aceptar las cosas sin dramatizar, sin caer en la depresión o la pena. Y así evitamos caer en diferentes situaciones de victimismo.

Por ejemplo, si no queremos escuchar los problemas o quejas de los estudiantes, ya sea hacia nosotros o hacia alguien, mujer u hombre, pues no estamos haciendo nuestro trabajo de instructores. Porque dar los cursos, es la labor del instructor, pero lo que estamos hablando aquí es de nuestro verdadero trabajo psicológico, el que nos hace avanzar. Si no queremos gimnasios, si no queremos hablar, pues un día nos vamos a estancar o desviar. Y entraremos en el Yo este que nos dice: «POBRE DE MÍ…». Esto nunca tendría que existir si queremos hacer el camino. Porque todo lo pone el Padre, todo sirve para avanzar.

No avanzamos si no hay gimnasio, si todo el mundo nos quiere pues no hay agua que esté hirviendo. No hay comprensión. Y solo habrá el «NO ME QUIEREN»….. ¿Y quién dice esto…? El Yo del amor propio y del victimismo. Sentimos que no merecemos nada malo, que todo es una injusticia.

No hay que tomar las cosas de forma personal, a menos que la gente nos diga claramente las cosas… Si no son simples deducciones de la mente… Y si añadimos a esto las tinieblas podemos perder hasta nuestro mejor amigo por este mal camino. Decimos: «Él es así por tal razón, seguro que tiene algo contra mí», etc., etc., etc. Todas estas frases son del Yo, no son reales. A menos de que alguien nos diga algo claramente. Y si fuera el caso hay que resolver, hablar, y no decir que siempre hay que callar, esto no es una manera de aprender sobre sí mismos. Podemos callar si vemos que la persona no tiene remedio, o que no va a cambiar nada.

Si hablamos hay que cuidar las palabras que utilizamos. No hablar con ira. El Maestro Samael no hablaba de la misma manera con un compañero que con una compañera, él se cuidaba mucho con las damas gnósticas. Por respeto, no por miedo, no por pensar mal de las mujeres, sino por caballerosidad.

Si hablamos hay que hablar de hechos concretos o dichos concretos, no en base a especulaciones mentales. Esto lo tenemos que trabajar. Tenemos que trabajar nuestra mente. Porque si no hay hechos concretos y no hay dichos concretos sobre nosotros, todo ha sido fruto de la mente.

Dios nos dio el verbo y esto ayuda cuando no tenemos intuición para entender, comprender. No hay que tener miedo de hablar. Pero una persona muy orgullosa siente que lo ha comprendido todo, ¿para qué hablar? Ese es el peligro aquí… Así que repetimos la frase del Maestro Samael: «A veces debemos hablar cuando queremos callar, a veces debemos callar cuando queremos hablar».

Os acoto aquí unas frases para la reflexión:

«Nunca debe el hombre lamentarse de los tiempos en que vive, pues esto no le servirá de nada. En cambio, en su poder está siempre mejorarlos».
Carlyle

«Los que se lamentan más son los que sufren menos».
Tácito

QUE EL TODOPODEROSO HAGA LLEGAR SU LUZ A TODOS VOSOTROS POR TODA LA ETERNIDAD.

KWEN KHAN KHU